Cada año, con la llegada del verano, el drama de los incendios forestales vuelve a repetirse. Columnas de humo, hectáreas arrasadas, fauna desplazada o calcinada, y, en ocasiones, vidas humanas puestas en peligro. Y, sin embargo, seguimos sin aprender la lección más importante: los incendios no se apagan en verano, se previenen durante todo el año.
Prevenir no es una opción, es una obligación
La prevención de incendios forestales debe ser una estrategia constante, no una medida reactiva estacional. El mantenimiento de cortafuegos, la eliminación de combustible vegetal acumulado y la creación de discontinuidades en el paisaje forestal son acciones fundamentales que, de llevarse a cabo de forma sistemática, reducirían significativamente la virulencia de los fuegos.
Actualmente, la falta de gestión activa del territorio, en especial del monte mediterráneo, ha generado un escenario propicio para incendios cada vez más intensos e incontrolables. La continuidad del sotobosque, resultado directo del abandono del medio rural y de prácticas tradicionales como la ganadería extensiva, ha generado verdaderos polvorines naturales listos para arder.
El cambio climático lo agrava todo
El cambio climático ha venido a agravar una situación ya de por sí crítica. Veranos más largos, más secos, más cálidos y con episodios de viento extremo conforman el cóctel perfecto para que los incendios se conviertan en auténticos monstruos. Ya no hablamos de simples fuegos forestales, hablamos de incendios de sexta generación: incendios que evolucionan tan rápidamente y con tanta intensidad que generan su propio comportamiento atmosférico, modifican el clima local, crean pirocúmulos y generan ráfagas de viento y fuego imposibles de anticipar.
Estos incendios, con una velocidad y agresividad inéditas, superan la capacidad humana y técnica de extinción. No basta con más medios aéreos o más personal en temporada alta. Lo que hace falta es una transformación radical de nuestra política forestal y de ordenación territorial.
El abandono del monte es el verdadero combustible
El monte está abandonado. Sin pastores, sin ganado, sin desbroces sistemáticos ni aprovechamiento forestal sostenible. Ese abandono es el mejor aliado del fuego.
La vegetación crece sin control, se acumula año tras año y crea una continuidad vegetal que hace imposible frenar un incendio cuando arranca. En lugar de paisajes en mosaico, diversos y resistentes al fuego, tenemos masas forestales homogéneas, densas y altamente inflamables.
Una pieza clave para revertir esta situación es el apoyo incondicional a la ganadería extensiva. Esta práctica, ancestral y sostenible, no solo alimenta personas, sino que limpia el monte, reduce la biomasa inflamable y crea discontinuidades naturales en el paisaje. Incentivar el regreso de la población al medio rural, fomentar una economía local basada en la gestión forestal sostenible y dar valor al monte como recurso económico y ecológico es urgente.
Sin gente en el territorio, no hay paisaje gestionado. Y sin paisaje gestionado, hay combustible para incendios de sexta generación.
La prevención necesita manos, medios y dignidad laboral
A esto se suma una gran deuda pendiente: la calidad del empleo de los equipos de prevención y extinción de incendios. Quienes se juegan la vida cada verano merecen más que contratos precarios o temporales. Necesitamos:
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Estabilidad laboral, formación continua y reconocimiento profesional.
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Plantillas reforzadas durante todo el año, no solo en los picos estivales.
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Medios técnicos y humanos suficientes para actuar antes, durante y después del fuego.
Prevenir no es solo apagar, es gestionar el territorio de forma activa. Es cortar maleza, mantener caminos, repoblar, ganadear, reintroducir usos tradicionales que mantengan vivo el monte.
Es hora de actuar con valentía
Las administraciones públicas deben asumir su responsabilidad. No basta con grandes despliegues de medios aéreos durante el verano para la foto. Se necesita inversión sostenida, planificación seria y visión a largo plazo.
Reclamamos:
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Una gestión forestal integral y constante durante todo el año.
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El aumento de efectivos de prevención, no solo de extinción.
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La mejora de las condiciones laborales del personal de lucha contra incendios.
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La incorporación de medios mecánicos y técnicas tradicionales de desbroce.
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El apoyo decidido a la ganadería extensiva como herramienta de prevención.
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La creación de paisajes resilientes, con discontinuidades que dificulten la propagación del fuego y protejan a las poblaciones rurales y al patrimonio natural.
No podemos seguir improvisando
Cada verano que pasa sin actuar refuerza la certeza de que no estamos haciendo las cosas bien. La emergencia climática y la virulencia de los incendios de sexta generación no nos dejan margen para la improvisación. El fuego no espera y la naturaleza no entiende de excusas presupuestarias ni de papeleo administrativo.
La prevención es más eficaz, más barata y más segura que la extinción. Pero, sobre todo, es un acto de responsabilidad y de respeto hacia nuestro territorio, nuestras comunidades rurales y nuestro futuro común.
No se trata solo de apagar fuegos, se trata de evitar que empiecen. Y para eso, hay que actuar hoy.
Os propongo visualizar el siguiente video para comprrender un poco más la problemática actual de los incendios forestales. https://www.rtve.es/play/videos/en-portada/detras-fuego/6889102/
José Pérez
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